EL PUEBLO DEL FIN DEL MUNDO.

San Rafael del Norte fue fundado por un ermitaño que vivió en una cueva a orillass del Río Viejo, según la historia. Esa cueva aun se conserva.
Cuando yo era niño, la vida del pueblo transcurría como si estuviéramos en la Edad Media. Era el pueblo del fin del mundo. Parecía que aquel pedazo de mundo había quedado suspendido en una burbuja del tiempo.
Llovía ocho o nueve meses del año, los caminos se podían transitar, o a pié, o en mulas. El único medio de transporte ¨pesado¨ eran las carretas haladas por dos o tres yuntas de bueyes. La riqueza se medía por la cantidad de semovientes que cada familia poseía.
Los arrieros que a lomo de mulas llevaban el café hacia otros lugares decían que donde terminaba el hilo del telégrafo existía un mundo diferente. Yo no podía creerlo. Eso de que las casas y calles fueran iluminadas sin necesidad de candiles y hachones de ocote, eran cuentos de camino.
Octubre era el mes mas alegre, llovía sin respirar. La plaza y algunas calles se ponían llenas de aquel bendito fango que nos regalaba la dicha de chapalear agua, de andar en zancos, de agarrarnos a pelotazos de lodo, de bañarnos en el agua barrialoza que corría por calles y cunetas hechas con piedras redondeadas al ser arrastradas por las corrientes. Las casas estaban construídas totalmente de tierra. Techos y pisos de barro fundido, paredes de adobe de una vara de ancho por seis de altura, las cunetas y calles del centro eran de piedras en forma de cuña, todo estilo español. Las casas de la periferia, las de los pobres, eran de paja.
Los niños pobres, por no tener zapatos, podían jugar bajo la lluvia y enlodarse, pero los niños ricos se enfermaban si se mojaban. Me daban pesar. Yo era rico o pobre, según mi conveniencia. Para jugar en el fango vestía mi ropa vieja y me quitaba los zapatos.
Muchas personas dedicaban casi todo el mes de Octubre a las festividades de San Rafael Arcángel, patrono del pueblo, que se celebraban los días 22, 23 y 24. Eran fiestas taurinas, herencia tanbién española. La barrera era hecha con largos maderos rollizos amarrados con lianas, todo sacado de las montañas por los campesinos. Al centro, sembraban profundamente un fuerte tronco llamado bramadero para amarrar a los toros mientras los montaban. De las haciendas de pueblos cincundantes traían a los toros mas bravos, entre los que recuerdo al Lomo de Candela, al Demonio Loco, el Matatigres. Solo los borrachos se animaban a montarlos y todos terminaban volando por los aires.
Diciembre era el mes del niño rico, a ellos, el niño dios les traía juguetes. A los pobres no les traía, pero estos hacían sus juguetes de barro fundido, de trapo o de madera.
Roberto Rourk.

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