HERMANOS SILVERIO Y ELEUTERIO,

 Cuando no existía luz eléctrica tampoco había cine ni televisión, por eso los vecinos se reunían por las tardes a platicar lo que estaba sucediendo en los alrededores.

Mi tío Alejandro Úbeda Aráuz tenía una finca de caña en Yupalí, cerca de La Concordia y don José María Zelaya, esposo de mi tía Rosa Úbeda Aráuz, era propietario de la hacienda La Unión, al norte de San Rafael.
Mi tío Alejando conocía a Eleuterio Herrera porque era su vecino y don José, era colindante de Silverio, hermano menor de Eleuterio.
Ambos hermanos habían heredado grandes extensiones de tierras en Yupalí, cerca de La Concordia. Eleuterio solo cultivaba una pequeña parte con caña de azúcar para hacer dulce en unas viejas instalaciones. Tenía unos pocos caballos, vacas y bueyes, estos para mover el trapiche y halar la carreta, el resto de las tierras eran breñales. De la venta del dulce subsistía con su esposa y tres hijas muy lindas. Ellas querían ir a estudiar a Estelí, pero su padre, chapado a la antigua, no lo permitió, repetía que ¨las mujeres que se van a las ciudades se vuelven putas¨.
Silverio, vecino de don José, era amante de la lectura y tenía innovadoras ideas. Vendió sus tierras áridas y pedregosas de Yupalí y compró como ciento veinte manzanas en la zona donde don José María Zelaya tenía su propiedad.
Silverio tenía tres hijos estudiando en Jinotega. Con inteligencia natural planificó sus nuevas tierras de acuerdo a su topografía y desde el comienzo diversificó los cultivos. Cerca de cuarenta manzanas las sembró de café maragogipe con sombra de matas de plátano y arbustos de cacao. Como veinte manzanas las dejó para cultivos rotativos de granos básicos. Sembró caña y milloncillo que mezclado con los rastrojos del maíz, milloncillo y buen zacate hacía concentrado para alimentar mejor a sus animales. Poseía como doscientas vacas,varias bestias caballares, cerdos y gallinas, a estas las soltaba en los sembradíos para que comieran y ayudaran a controlar las plagas de saltamontes y chapulines que destruían las cosechas.
Aprovechando una pequeña cascada instaló una turbina Pelton similar a la que tenía mi abuelo Fidel en su hacienda para mover el molino donde molían el trigo para harina.
La Pelton de Silverio movía una despulpadora y una lavadora de café. Para unas vacaciones sus hijos llegaron a la finca y el siguiente fin de semana bajaron a Yupalí para reunirse con sus primas, a quienes no veían desde pequeños.
Lo que sucedió después cambió la vida de todos. El mayor de los varones se enamoró a primera vista de su prima mayor y el que le seguía quedó prendado de la seguiente en edad. Los dos mas pequeños pasaban el tiempo en risas y cuchicheos.
Para colmo de males o de bienes, el mayor embarazó a su prima. El padre de ella reaccionó furioso y por castigo encerró con dos candados a su hija. Su hermano Silverio también se enfureció, pero en silencio estuvo varios días dándole vueltas al problema. Creyó conveniente viajar a Jinotega para hablar con el párroco. Este dijo que la decisión por aquel pecado tan grande le correspondía al obispo de Matagalpa; viajó a esa ciudad. El obispo, al escuchar el caso, le interesó mas hablar de la ¨dispensa y contribución económica que la santa madre iglesia necesitaba para poder decidir que hacer con ese gran pecado incestuoso que ofende a nuestro Señor¨. El obispo habló con su secretario, sacaron cuentas y dieron¨mas o menos un total del costo que podía ser algo más alto¨.
La mente de Silverio rápidamente calculó los gastos en dispensas mas lo que cobraría el obispo por la dispensa y la ceremonia religiosa. Sacó el costo del vestido de la novia, traje del novio,vestidos de las suegras, trajes para los hermanos y padrinos, regalos, festejos, tiempo invertido, imprevistos, etc. el total resultaba elevadísimo. Su hermano dijo que no estaba en condiciones económicas para pagar nada. ¨Si al padre de la embarazada no le importa, mucho menos a mi¨, pensó.
Continuó con sus quehaceres. Se enteró de que en Suní vendían un toro de raza que le interesaba y lo fue a comprar; en ese poblado encontró a un joven cura itinerante de apellido Mejía que andaba en misión sacerdotal. Lo invitó al valle donde vivía para que continuara su misión, le ofreció alojamiento y el padrecito aceptó. No mas llegar y sin perder tiempo improvisaron un altar al aire libre, celebró misa, comuniones y varios matrimonios. Ninguna pareja usó trajes especiales.
A Silverio se le vino la idea de contratar a un chismoso a sueldo para que hiciera llegar a oídos del padre lo del incesto entre su hijo y sobrina. Sorprendido, el sacerdote pronunció unas palabras en latín que nadie entendió, pero por su tono denotaba sorpresa y contrariedad. Después de meditar, dijo que la religión no podía permitir que los primos vivieran en pecado mortal sin la dispensa religiosa y el sagrado matrimonio, pero que él, dadas las circunstancias del embarazo, estaba facultado para proceder. Ni siquiera mencionó algún costo.
Llegado el día y hora convenidos, estando los novios y todos presenteste y ya los novios ante el altar, Silverio le dijo al padre que ¨para evitar que sus otros hijos y sobrinas cometieran otras ¨metidas de patas¨ miraba conveniente casar de una vez a las tres parejas, ya que su otro hijo ya andaba de novio con la otra prima y los menorcitos pasaban el tiempo tomaditos de la mano¨.
El padrecito consideró que aquello estaba bien y procedió a celebrar los matrimonios.
Contaba don José María que con el dinero ahorrado le compró a cada hijo varias manzanas de tierra para que se establecieran con su familia.
Colorín colorado, esta historia se ha acabado.

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