HISTORIAS DE NACHO

 Por el año de 1942, en la hacienda El Molino de mi abuelo Fidel Úbeda, durante los fines de semana que no teníamos clase y al atardecer, a la oracióncita como decían los campesinos, nos reuníamos alrededor de Nacho Tinoco que era el molinero encargado de procesar el trigo con un enorme molino de piedra movido por una caída de agua del Río San Gabriel. A Nacho le llamaban El Iluminado por su maravilloso don de adivino y presagiador de sucesos. Su aspecto y manera de hablar se asemejaba al de un patriarca bíblico. Tenía una gran facilidad para improvisar las narraciones de sus fantásticas andanzas por desconocidos y extraños lugares.

Una tarde contó que en uno de esos viajes llegó a un lugar en donde para trepar una gran cuesta había que bajarla caminando hacia arriba y para continuar su camino tuvo que bajar inmensos precipicios trepándolos hacia abajo. Nuestras preguntas las contestaba con otras fantasías.
Fue por esos tiempos, a mis seis años, que Nacho me llevó a conocer las cuevas en donde tenían su refugio los duendes Salfo, Selfo, Silfo y Silfina que, como algunos duendes espirituales, vivieron en el pasado y seguirán existiendo en el futuro, según algunas leyendas irlandesas.
Varios años después, un profesor de física explicaba la parte de la Teoría de la Relatividad en donde se explica que una masa de energía positiva o negativa al moverse a través del espacio-tiempo puede viajar hacia adelante o hacia atrás, hacia el futuro o hacia el pasado.
Al estudiar esa teoría, inconscientemente la relacionaba con los duendes, con leyendas egipcias, de Transilvania, con entes de otras dimensiones y con las andanzas de Nacho.

Publicar un comentario

0 Comentarios

Ad Code

Responsive Advertisement